Muchas opiniones, una certeza. Un video y su comentario

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El pasado 6 de enero se difundió por todo el mundo, en español con subtítulos en varios idiomas, incluido el italiano, un video, llamado “el Video del Papa”, como “una iniciativa global desarrollada por la Red Mundial de Oración del Papa (Apostolado de la Oración) para colaborar en la difusión de las intenciones mensuales del Santo Padre sobre los desafíos de la humanidad”.

El protagonista del video –como todo el mundo sabe– es el mismo ocupante de la Sede Apostólica, Jorge Mario Bergoglio; además de él, cuatro exponentes de varias religiones: una “monja” budista, un rabino, un sacerdote católico, un musulmán, cada uno representado en el final del video por un símbolo de su religión: un ídolo de Buda, una menorah, un Niño Jesús y un “rosario” musulmán. Más allá de las diversas religiones y creencias, comparten una común profesión de fe: “Creo en el amor”.

Hay un sinnúmero de comentarios a estas imágenes que difunden, de la manera más eficaz para el hombre moderno, la indiferencia religiosa. El mensaje habla por sí mismo, y para los que todavía no lo conocen lo adjuntamos al presente comunicado. Más nos interesan los comentarios, también críticos, a las palabras y a las imágenes difundidas por J. M. Bergoglio.

En primer lugar, consideramos gravemente ofensivos para con Nuestro Señor Jesucristo, para con Su Iglesia y la Cátedra de Pedro, los comentarios críticos de aquellos que, contradictoriamente, reconocen (incluso en la misa que celebran o a la que asisten), en el autor y promotor del video en cuestión a “Su Santidad, Papa Francisco”, al Vicario de Cristo y Sucesor de Pedro, como si Cristo, la Iglesia y la Cátedra de Pedro, en la persona del Vicario de Cristo, pudiera difundir y enseñar al mundo entero no la verdad, sino el error, no el Evangelio y la Fe Católica, sino la incredulidad y el indiferentismo.

En segundo lugar, observamos cuáles son, en nuestra opinión, los errores más graves contenidos en las palabras de J. M. Bergoglio: el naturalismo y el agnosticismo. Muchos se escandalizaron de la imagen final que resume el video, que presenta los símbolos de las diferentes religiones como equivalentes. Otros, siempre con razón, se escandalizaron del nuevo “credo” (“Creo en el amor”) de esta por así decir nueva religión, en la que el amor está desvinculado de la Verdad y de la Fe, sin la cual es imposible agradar a Dios. Pensamos que pocos hemos prestado atención a las siguientes palabras de J. M. Bergoglio: “Muchos piensan distinto, sienten distinto, buscan o encuentran a Dios de diversa manera. En esta multitud, en este abanico de religiones, hay una sola certeza que tenemos para todos: todos somos hijos de Dios”.

En esta frase, la fe religiosa ya no aparece como una Revelación divina y sobrenatural, sino como una búsqueda que viene del hombre, y que es entonces sustancialmente natural. Este naturalismo (esencia de la masonería, en palabras del Padre Giantulli, pero mucho más antiguo que ella) es confirmado por las palabras conclusivas: “todos somos hijos de Dios”. La filiación de Dios no viene por lo tanto de la Gracia divina concedida a quien cree en Jesucristo (“a todos los que la recibieron les dio poder de hacerse hijos de Dios, a los que creen en su nombre; los cuales no nacieron de sangre, ni de deseo de carne, ni de deseo de hombre sino que nacieron de Dios” Juan 1, 12-13), sino que viene de abajo, de la simple pertenencia a la humanidad (“todos” hijos de Dios) o de buscar a Dios cada uno a su manera. Que todos los hombres sean –por naturaleza y no por la fe divina y revelada– “hijos de Dios”, he aquí la “sola certeza”. El “abanico de religiones”, las “diferentes formas de pensar” (la Fe divina reducida al pensamiento humano) y de “sentir” (la Fe religiosa reducida al “sentimiento religioso” protestante y modernista) no tienen ninguna certeza (si no en aquello que tendrían de común, el “amor”: ¿cuál? ¿De quién? ¿De qué? No se sabe). En este “abanico de religiones” está incluido el cristianismo. La Fe cristiana por tanto, de hecho cualquier fe, incluida la cristiana, no sería, para J. M. Bergoglio, algo cierto.

Que la fe no sea una certeza, que esté siempre ligada a la duda, que esta idea de la fe sea la base indispensable del diálogo interreligioso que debe extenderse también a los agnósticos, no es una idea sólo de J. M. Bergoglio, sino que es el corazón mismo del Modernismo agnóstico, como explicáramos en el artículo “Asís 2011: Joseph Ratzinger y el agnosticismo” (Sodalitium nº 66 ed. it., págs. 5-20). Como escribiera Mons. Sanborn en uno de sus artículos: “El problema no es Francisco”, el problema es el “Vaticano II”.

                                                                                                                                                    Verrua Savoia, 16 de enero de 2016,
en vísperas de la visita de J. M. Bergoglio a la Sinagoga mayor de Roma.