Comunicado del Instituto Mater Boni Consilii
¿Martirio o castigo?
Como todos saben, dos militantes mahometanos han degollado, en la iglesia parroquial de Saint-Etienne-du-Rouvray, en Normandia, un sacerdote, el Padre Jacques Hamel. Inútil es decir que se trata de un crimen horrendo y sacrílego, y que rezamos en sufragio del alma de este cofrade en el sacerdocio (fue ordenado en 1958).
Muchos bautizados se han preguntado si no se puede hablar de martirio, en el sentido estricto y “canónico” del término: así, por ejemplo, el superior de distrito francés de la Fraternidad San Pío X, Christian Bouchacourt, que considera a la pobre víctima un mártir del Islam asesinado en la iglesia “durante una misa”.
Los testimonios sobre la vida y el ministerio del anciano sacerdote francés, sin embargo, hablan de otra cosa. El Padre Hamel, no diversamente a todos los fieles seguidores del Vaticano II, estaba activamente empeñado en el “diálogo inter-religioso” con los negadores de la Trinidad y de la Divinidad de Cristo. Y la “misa” que la víctima celebraba era aquella reformada que el fundador de la sociedad religiosa de Padre Bouchacourt llamaba, con razón, la “misa de Lutero”.
A menos de llegar a ser adeptos del wojtiliano “ecumenismo del martirio”, no se puede reconocer en un modernista, aunque asesinado en cuanto cristiano, un “mártir de la Fe”, especialmente en el sentido estricto y canónico del término. El mártir testimonia de hecho con la sangre, sobre la verdad y la fe profesada en la vida y en la muerte. Los Padres de la Iglesia han siempre negado a los bautizados herejes o cismáticos, aunque sufrieran y fueran asesinados en cuanto cristianos, el estatuto de mártires. La ignorancia invencible (inculpable) puede volver eximido de pecado (formal) a quien cae en el error contra la fe, pero no lo puede hacer, sin embargo, un testigo de la verdad. Se da de preguntarse entonces si cuanto ha sucedido, y cuanto tal vez todavía sucederá (Dios no lo quiera), no sea más bien un castigo, no tanto sobre la individual persona víctima del odio sacrílego, cuanto del modernismo todo, por su impía benevolencia hacia los enemigos de la Divinidad de Jesucristo y de la Fe en la Santísima trinidad. El Señor amonesta: “Si no hacéis penitencia, todos del mismo modo pereceréis” (cf. Lucas XIII, 1-5). Estas palabras hacen temblar si se piensa que la invitación a la penitencia, la advertencia del Señor con sus castigos a abandonar el espíritu apóstata de la declaración Nostra aetate, que está dando sus frutos a todos evidentes, no ha sido acogida. ¡Al contrario! ¡El domingo 31 de julio los musulmanes han sido invitados a predicar en las iglesias católicas profanadas de Francia y de Italia! Ningún católico que no quiera caer en la fosa puede tomar como guía a ciegos que guían a otros ciegos. Ningún católico que quiera salvarse, y no perecer eternamente, puede seguir a quien considera irrelevante –al menos de hecho- el creer o no creer en la Divinidad de Cristo y en la Santísima Trinidad. Que Dios nos salve, salve del modernismo la fe de los católicos, y nos aleje de los justos castigos con los cuales el Señor castiga y castigará la ofensa hecha a Su Nombre.
Verrua Savoia, 1 de Agosto de 2016, San Pedro en cadenas.