(Extraído del nº 57 de la revista Sodalitium ed. fr.)
Por el Padre Anthony Cekada
Desde la década de 1970, innumerables autores tradicionalistas (1), que han rechazado las enseñanzas del Vaticano II y la nueva misa pero que se oponen al sedevacantismo, han justificado su propia posición utilizando sin ningún fundamento la siguiente cita de San Roberto Belarmino:
“Así como es lícito resistir a un Pontífice que ataca el cuerpo, es igualmente lícito resistir al Pontífice que ataca las almas o destruye el orden civil o, con mayor razón, trata de destruir la Iglesia. Digo que es lícito resistirle no haciendo lo que ordena y evitando la ejecución de su voluntad. Sin embargo, no es lícito juzgarlo, castigarlo o deponerlo, porque estos son actos que pertenecen a un superior” (De Romano Pontifice II, 29).
Este pasaje, según nos han dicho una y otra vez, respalda la idea de que el movimiento tradicionalista puede “rechazar” las falsas doctrinas, las leyes nocivas y la liturgia sacrílega que promulgaron Pablo VI y sus sucesores, mientras continúan “reconociéndolos” como verdaderos Vicarios de Cristo (esta extraña idea también se atribuye a otros teólogos como Cayetano).
La misma cita de Belarmino, también se nos ha dicho, desmantela el principio subyacente del sedevacantismo (según el cual un papa herético pierde automáticamente el oficio) porque los sedevacantistas “juzgan” y “deponen” al papa. De hecho, estas conclusiones muestran -una vez más- cómo el poco rigor intelectual demostrado por los tradicionalistas en sus polémicas engendra mitos que rápidamente adquieren el aura de verdades cuasi reveladas.
Cualquiera que consulte realmente las fuentes originales y conozca un poco las distinciones fundamentales del derecho canónico, llega a un conjunto de conclusiones completamente diferentes en cuanto al sentido de este famoso pasaje sobre la “resistencia”, a saber:
1) Belarmino habla aquí de un papa moralmente malo que da órdenes moralmente malas, no de un papa que, como los papas del Vaticano II, enseña el error doctrinal o impone leyes nocivas.
2) El contexto del pasaje citado es diferente: aquí se trata del debate sobre los errores del galicanismo, y no del caso de un papa herético.
3) Belarmino justifica aquí la “resistencia” por parte de reyes y prelados, no de cada católico en particular.
4) Belarmino enseña en el siguiente capítulo de su obra (30) que un papa herético pierde automáticamente su autoridad.
En una palabra, este pasaje no puede ni ser aplicado a la crisis actual ni ser invocado contra el sedevacantismo.
Aquí se impone un breve comentario sobre cada uno de estos cuatro puntos:
1. Malas órdenes, y no leyes
Los tradicionalistas se oponen -y en esto tienen razón- a las falsas doctrinas (por ejemplo, sobre el ecumenismo) y a las leyes nocivas (por ejemplo, sobre la nueva misa) promulgadas por los papas posconciliares.
Pero en su famosa cita, Belarmino habla de un caso completamente diferente: él había sido interrogado acerca de un papa que ataca injustamente a alguien, perturba el orden público o “trata de matar a las almas con su mal ejemplo” (animas malo suo exemplo nitatur occidere). En su respuesta, dijo que “es lícito resistirlo no haciendo lo que ordena” (…licet, inquam, ei resistere, non faciendo quod jubet).
Estas palabras describen a un papa que da un mal ejemplo u órdenes nocivas, más que -como en el caso de Pablo VI y sus sucesores- a un papa que enseña el error doctrinal o impone leyes nocivas. Esto queda claro en el capítulo 27 del De Comparatione Auctoritatis Papæ et Concilii de Cayetano, que Belarmino cita inmediatamente después para respaldar su posición.
Primero, en el título del capítulo 27, Cayetano dice que hablará de una especie de falta papal “que no es la herejía” (ex alio crimine quam hæresis). La herejía, dice, modifica completamente el estado cristiano de un papa (mutavit christianitatis statum). Esta es la “falta más grande” (majus crimen). Las otras son “faltas menores” (criminibus minoribus) que “no la igualan” (cetera non sunt paria [ed. Roma, Angelicum 1936] 409).
Ni Belarmino ni Cayetano hablan entonces de “resistir” a los errores doctrinales de un papa al que continúan considerando como un verdadero papa.
Segundo, a lo largo del De Comparatione, Cayetano proporciona ejemplos específicos de faltas papales que justifican plenamente la oposición por parte de sus súbditos: “apoyar a los malvados, oprimir a los buenos, comportarse como tirano, alentar vicios, blasfemia, avaricia, etc.” (356), “si oprime a la Iglesia, si mata las almas [con el mal ejemplo]” (357), “si disipa los bienes de la Iglesia” (359), “si actúa manifiestamente contra el bien común dictado por la caridad hacia la Iglesia militante” (360), la tiranía, la opresión, la agresión injusta (411), “destruyendo públicamente la Iglesia”, vendiendo beneficios eclesiásticos y vendiendo oficios (412).
Todo esto se aplica a las órdenes nocivas (præcepta), pero las órdenes nocivas no son lo mismo que las leyes nocivas (leges). Una orden es particular y transitoria; una ley es general y estable (para más detalles, cf. R. Naz, “Précepte”, Dictionnaire de Droit canonique, [París, Letouzey 1935-65] 7/116-117).
El argumento de Belarmino y Cayetano solo justifica la resistencia a una orden mala por parte de un papa (vender, por ejemplo, el cargo pastoral de una parroquia al mejor postor). Él no defiende la idea de que un papa, que retiene la autoridad que recibe de Jesucristo, pueda (por ejemplo) imponer una misa sacrílega, protestante, a la Iglesia universal, cuyos miembros puedan entonces oponerse a él, mientras continúan reconociéndolo como un verdadero papa.
2. Anti-gallicanismo
Los autores tradicionalistas han distorsionado aún más el pasaje al sacarlo de contexto.
Esto se evidencia en el hecho de que Belarmino trata sobre un tema que no tiene ninguna relación con los problemas que los tradicionalistas enfrentan hoy, a saber, los argumentos protestantes y galicanos que sostienen que la Iglesia o el Papa deben estar sometidos a un rey o a un consejo general. El pasaje en cuestión es solo una sola frase de un capítulo que tiene dos páginas y media de dos columnas en cuarto en letra pequeña consagradas a este tema (cf. De Controversiis [Nápoles, Giuliano 1854] 1, 413-18).
Más precisamente, el pasaje está tomado de la respuesta de Belarmino al siguiente argumento:
“Argumento 7. Toda persona tiene el derecho a matar al Papa si es atacado injustamente por él. Es por eso que es aún más permisible para los reyes o un concilio deponer al papa si causa problemas en el Estado, o si trata de matar a las almas con su mal ejemplo” (op. cit. 1, 417).
Tal era la posición de los galicanos, que colocaban la autoridad de un concilio general por encima de la de un papa.
Es absurdo afirmar que una frase en la respuesta de Belarmino a este argumento preciso pueda justificar una “resistencia” generalizada a los errores post Vaticano II.
Lo absurdo se vuelve aún más evidente cuando se comprueba que Belarmino, inmediatamente después de esta sola y única frase, cita el De Comparatione de Cayetano, una obra cuyas 184 páginas en octavo fueron escritas para refutar los errores del galicanismo y el conciliarismo.
3. Una “resistencia” que no concierne a cada individuo
En el contexto, además, la cita de Belarmino no justifica “la resistencia” a los papas por parte de los individuos en particular -como algunos tradicionalistas parecen pensar- sino la resistencia por parte de los reyes o concilios generales.
La posición galicana, que Belarmino refuta, afirmaba que está permitido “a los reyes o a un concilio” (licebit regibus vel concilio) deponer a un papa. Ni una palabra acerca de sacerdotes o fieles tomados individualmente.
Una vez más, el significado de este pasaje aparece claramente en el capítulo 27 de Cayetano: “Los príncipes seculares y los prelados de la Iglesia [principes mundi et prælati Ecclæsiæ]”, dice, disponen de numerosos modos de “resistir o de obstruir un abuso de poder [resistentiam, impedimentumque abusus potestatis]” (412).
Por lo tanto, es imposible sostener que Belarmino y Cayetano aborden la cuestión de una resistencia de cada católico en particular al Papa.
4. Belarmino y el caso del papa herético
Finalmente, en el capítulo que sigue a la famosa cita (30), Belarmino trata explícitamente de la cuestión: “¿Puede un papa herético ser depuesto?” (An papa hæreticus deponi possit).
Belarmino refuta las respuestas dadas por diversos teólogos, incluido Cayetano, que afirmaban que sería necesario deponer a un papa herético. Él basa su propia respuesta en el siguiente principio: “Los herejes están fuera de la Iglesia incluso antes de su excomunión y -desprovistos de toda jurisdicción- están condenados por su propio juicio, como enseña San Pablo en Tito 3” (op. cit. 1, 419).
El santo concluye: “La quinta opinión es, por lo tanto, la correcta. Un papa que es manifiestamente herético cesa automáticamente (per se) de ser papa y cabeza, así como cesa de ser cristiano y miembro de la Iglesia. Es por eso que puede ser juzgado y condenado por la Iglesia. Es la enseñanza de los antiguos padres que enseñan que los herejes manifiestos pierden inmediatamente toda jurisdicción”.
Los escritos de Belarmino refuerzan entonces en lugar de refutar el principio que sostiene la posición sedevacantista: un papa herético es depuesto por el hecho mismo.
Para resumir: la idea de que el famoso pasaje de Belarmino justifica la “resistencia” a un verdadero papa y al mismo tiempo “refuta el sedevacantismo” se basa en una doble ignorancia: la ignorancia del sentido del texto y la ignorancia de su contexto. Es hora de que los tradicionalistas dejen de difundir mitos tan estúpidos.
Un verdadero papa no puede enseñar el error doctrinal durante décadas ni promulgar una misa sacrílega. No hay necesidad alguna de resistirle.
1) Uno de los autores, sino el primero, en usar el argumento de la “resistencia al Papa” de San Roberto Belarmino, fue A. X. Vidigal de Silveira, con todos los sacerdotes de Campos. Habiendo obtenido el reconocimiento canónico de la Administración Apostólica, los sacerdotes de Campos han girado por completo, como podemos leerlo en pág. 12 y ss.: Los teóricos de la desobediencia se han transformado en los más rigurosos alabadores de la obediencia. Es difícil no pensar que los argumentos a menudo cambian según la oportunidad.