Mons. Benigni y Mons. Guérard des Lauriers: entrevista al Padre Ricossa

Mons. Guérard e Mons. Benigni
http://www.centrostudifederici.org/mons-benigni-e-mons-guerard-des-lauriers-intervista-a-don-ricossa/

En ocasión del aniversario de la muerte de Mons. Umberto Benigni (27/2/1934), fundador del Sodalitium Pianum, y de Mons. Michel Guérard des Lauriers (27/2/1988), autor de la tesis teológica de Cassiciacum, hemos hecho algunas preguntas al Padre Francesco Ricossa, superior del Instituto Mater Boni Consilii y director de la revista Sodalitium.


Mons. Guérard e Mons. Benigni1) Padre, el 27 de febrero de 1934 fallecía en Roma Monseñor Umberto Benigni.
En 1988, el mismo día, fallecía Mons. Michel Guérard des Lauriers.

El Instituto Mater Boni Consilii está muy ligado a estas dos personalidades: ¿puede explicarnos el motivo?

El modernismo es ‒desde hace más de un siglo‒ la herejía de nuestros tiempos. Su agnosticismo hace radicalmente imposible el acto de Fe, destruyendo la vida sobrenatural; su fideísmo hace algo peor, si fuera posible, creando una falsificación de la fe y de la religión.

Mons. Benigni fue quizás el más lúcido enemigo del modernismo, como Mons. Guérard des Lauriers del neomodernismo: un motivo suficiente para estar estrechamente ligado a ellos.

A Mons. Benigni lo he “encontrado” en los años 70, inicialmente leyendo la documentación descubierta de su Sodalitium Pianum publicada y presentada por Emile Poulat en Intégrisme et catholicisme intégral.

A Mons. Guérard des Lauriers tuvimos la gracia de conocerlo de cerca.

Ya he hablado de las similitudes entre estos dos sacerdotes, que enseñaron ambos en las universidades romanas: del estilo irónico en la defensa de la fe a la profunda originalidad e incluso modernidad del pensamiento.
Ambos, entre otras cosas, uno en el campo histórico, el otro en el teológico, no se limitaron a combatir los síntomas y efectos de la enfermedad (el modernismo, precisamente), sino que también supieron elevarse a las causas, no excluyendo una cierta decadencia del pensamiento teológico católico bajo la influencia del naturalismo y del voluntarismo.

2) En ambientes de la Fraternidad San Pío X siempre se ha hablado poco o incluso mal de Mons. Benigni, hecho sorprendente para una sociedad sacerdotal que se inspira ‒al menos de nombre‒ en San Pío X, del cual Mons. Benigni fue uno de los más fieles servidores. ¿Olvidadizos o ingratos?

Olvidadizos e ingratos.

Como excusa parcial podría decirse que después de la muerte de San Pío X los llamados “católicos integrales” que sotuvieron la línea del Santo Pontífice fueron condenados a una verdadera y propia damnatio memoriæ que ocultó su recuerdo (o denigró su memoria), no sólo entre los enemigos sino incluso entre los amigos.

Esta damnatio memoriae duró hasta la beatificación y canonización de San Pío X, fuertemente deseada por Pío XII.

Quienes se oponían a la canonización de Pío X (como el cardenal Gasparri) lo acusaban precisamente de haber sostenido la obra de Mons. Benigni; la disquisitio del Padre Antonelli en respuesta a estas objeciones “rehabilitó” al mismo tiempo a Pío X y a Mons. Benigni.

La tormenta conciliar impidió sin embargo que esta revisión histórica produjese sus frutos, y esto es evidente por la falta de preparación con la que los Obispos de buena doctrina entraron en el Concilio, cómo faltaba en ellos aquella lúcida visión de la gravedad de la situación que tenían en cambio San Pío X y Mons. Benigni.

Mons. Lefebvre debía su formación al rector del Seminario Francés de Roma, el Padre Le Floch, ligado al cardenal Billot (y entonces más al pensamiento de la Action Française que al del catolicismo integral); pero al menos conocía y citaba al Abbé Barbier.
No así sus sacerdotes: nunca olvidaré la serie de artículos en honor de San Pío X publicados en la revista francesa de la Fraternidad, Fideliter, en la cual ‒falsificando la historia‒ se denigraba a los católicos integrales que sostuvieron a San Pío X, y en cambio se exaltaba a aquellos “modernizantes” que lo obstaculizaron y que, después de su muerte, enterraron su obra.
Aquí la Fraternidad no fue olvidadiza sino ingrata.

Creo que esta línea historiográfica fue dictada también por el hecho de que los sacerdotes de Ecône veían en los “integristas” del pasado a los precursores de los odiados “sedevacantistas”, que eran demonizados en Ecône por todos aquellos que ya entonces soñaban con un acuerdo y un compromiso con el enemigo modernista.
Fue por eso que elegí para nuestra revista, en 1983, el nombre de Sodalitium, en honor del Sodalitium pianum de Mons. Benigni.

3) Ha salido el segundo volumen reimpreso de la Storia Sociale della Chiesa: una valiente elección editorial que parece haber sido recompensada ​​por los lectores, a juzgar por el número de ventas. ¿Por qué leer hoy una historia de la Iglesia escrita hace cien años?

Los libros verdaderamente importantes son siempre actuales: entre ellos, la obra de Mons. Benigni, que no es una simple “Historia de la Iglesia”, como podemos encontrar tantas, sino una “Historia social”, es decir que muestra la influencia del catolicismo sobre toda la sociedad en la creación de la Cristiandad o Reino social de Cristo; al mismo tiempo, la obra de Mons. Benigni analiza también la labor constante, a lo largo de los siglos, de los enemigos de la Iglesia, lo cual permite al lector, precisamente, no ser tomado por sorpresa frente a los ataques del enemigo, como sucediera en cambio con los “buenos” en los años 60. Todo ello en un estilo atractivo, nada retórico, científicamente serio y moderno.

4) Tampoco Mons. Guérard des Lauriers, despedido como profesor del seminario Ecône, ha gozado nunca de gran popularidad en los ambientes lefebvrianos.

Sin embargo, inmediatamente después del Concilio, se levantó públicamente contra el nuevo misal antes que Mons. Lefebvre y que muchos otros “tradicionalistas”, basta pensar en la elaboración del Breve examen crítico del Novus Ordo Missæ, que le costó la cátedra en la Universidad Lateranense.

¿La aversión hacia Mons. Guérard es quizás debida al hecho de que, a diferencia de Mons. Lefebvre, nunca buscó el “sello”?

En efecto, el Padre Guérard fue despedido de Ecône en septiembre de 1977, por haber aludido a la vacacia formal de la Sede Apostólica, pero la ruptura definitiva entre el Padre Guérard des Lauriers y Mons. Lefebvre se consumó en ocasión de la publicación de la Carta nº 16 a los amigos y benefactores de la Fraternidad San Pío X, del 19 de marzo de 1979, en la que Mons. Lefebvre hacía pública su carta a Juan Pablo II de Navidad de 1978.

Mons. Lefebvre pedía a Wojtyla permitirle hacer “la experiencia de la Tradición”; para el acuerdo habría bastado que los obispos autorizaran, bajo su propio control, la celebración de la misa según uno u otro rito.

Mons. Lefebvre pedía entonces mucho, pero mucho menos de lo que se ofrece hoy a Mons. Fellay.

El Padre Guérard des Lauriers respondió con una carta que provocó revuelo: Monseñor, no queremos esta paz (12 de abril de 1979, Jueves Santo, diez años después del Breve examen crítico). El dossier completo sobre estos hechos está publicado en nuestro sitio en francés: http://www.sodalitium.eu/la-rupture-entre-mgr-lefebvre-et-le-pere-guerard-des-lauriers/

Pienso sin embargo que los dos no se entendieron tampoco por motivos más profundos: el Padre Guérard des Lauriers era un hombre de doctrina, tenía el culto de la Verdad; Mons. Lefebvre no mostraba interés por la teología, consideraba “divisivas” las cuestiones doctrinales, creía que el pragmatismo era sinónimo de pastoral…

5) Hasta hace pocos años casi nadie hablaba de Mons. Benigni.

La obra de divulgación realizada por su Instituto de Verrua Savoia, la revista Sodalitium y su librería, por los centros de estudio Davide Albertario de Milán y Giuseppe Federici de Rimini, ha permitido darlo a conocer a un número cada vez mayor de personas.

Pero lamentablemente algunos invocan el nombre de Mons. Benigni en contextos absolutamente incompatibles con la línea del auténtico catolicismo integral defendida por el prelado de Perugia. ¿Qué piensa de eso?

Me disgusta. Para algunos, el “catolicismo integral” se ha convertido en una costumbre, una etiqueta privada de contenido, aplicable a todo y a su contrario. Eternos adolescentes, juegan con cosas más grandes que ellos.

Hay quienes hablan de “catolicismo integral” o intransigente respecto de escritores inmorales de la decadencia que nada tienen que ver con la lucha contra el modernismo; y hay quienes (igual que los otros) ponen juntos los retratos de Mons. Lefebvre y de Mons. Guérard des Lauriers, sin darse cuenta (?) de que juntar a los opuestos es practicar el ecumenismo y el liberalismo que, en teoría, se afirma querer combatir.

En un cierto sentido era mejor el olvido y la ingratitud.

6) Entre los sacerdotes que han salido de la Fraternidad San Pío X en oposición al acuerdo buscado por Mons. Fellay (por ejemplo, la “resistencia” de Mons. Williamson) reina a menudo una profunda confusión en relación con cuestiones de teología y eclesiología, consecuencia del lefebvrismo.

Sabiendo que se atraviesa por una puerta abierta, ¿no cree que estos sacerdotes deberían profundizar mejor el pensamiento de Mons. Guérard des Lauriers para poder adquirir un mayor rigor teológico?

Nuestro Instituto actualmente ha cumplido más de treinta años. Estamos entre los “decanos” de aquellos que han salido de la Fraternidad de San Pío X, y puedo ofrecer a los más jóvenes un testimonio de lo que ha sido nuestra experiencia personal.

Hallamos la fuerza y ​​el valor de dejar la Fraternidad porque se había vuelto evidente que no estábamos en la verdad.

Pero si eso era claro, no era tan claro dónde encontrarla.

Por eso tomamos casi un año, hasta septiembre de 1986, antes de abrazar públicamente la tesis teológica del Padre Guérard.
Fue un año de estudio, de oración y reflexión; Nuestra Señora del Buen Consejo nos hizo finalmente encontrar a Mons. Guérard des Lauriers, el único teólogo, creo, en haber tomado abiertamente y de inmediato posición contra los errores modernos después del Concilio.

Después de treinta años, el Instituto se ha mantenido fiel a aquella decisión, pero tengo que decir que, gracias también al compromiso diario de formar a los jóvenes candidatos para el sacerdocio, hemos profundizado cada vez más nuestro estudio de la teología y de la doctrina católica.

La crisis que estamos viviendo es sobre todo una crisis doctrinal, cuyas raíces preceden al mismo Concilio, y una seria preparación teológica es indispensable para el sacerdote católico; la presente situación no disminuye esta exigencia, de hecho, la agrava.

Para algunos, los años dedicados al estudio son casi una pérdida de tiempo; considero por el contrario que la formación intelectual del clero es una misión de primordial importancia.

Una de las causas, ciertamente no la única, de la poca importancia que dan al estudio y a la teología muchos sacerdotes “tradicionalistas” (mientras que, por el contrario, muchos laicos autodidactas, como sucede en tiempos de crisis religiosa, se apasionan con las cuestiones doctrinales, aunque a menudo sin tener la competencia y la forma mentis, es decir, sin tener siquiera las bases para poder hacerlo) hay que buscarla precisamente en el “lefebvrismo”.
No es que Mons. Lefebvre no se preocupara por la formación del clero, ni mucho menos. Pero como he mencionado, él tenía una tendencia al pragmatismo (con fines pastorales) y una desconfianza por las controversias teológicas (que consideraba un factor de divisiones), lo que llevó a la Fraternidad a hallar un único instrumento de cohesión en la figura del fundador.

Incluso aquellos que dejan la Fraternidad ‒tanto a “derecha” como a “izquierda”‒ toman a menudo como referencia doctrinal el pensamiento de Monseñor Lefebvre, el cual, por desgracia, a causa de las características mencionadas, es susceptible de mil e incluso contradictorias interpretaciones. Por eso, con pesar, en nuestro último comunicado acerca del acuerdo ya realizado entre Mons. Fellay y Bergoglio, escribimos: la Fraternidad pasa, pero el lefebvrismo queda.

7) Por último: muchos lectores piden la publicación de la vida de Mons. Benigni y de Mons. Guérard: ¿existen esperanzas acerca de esto?

Deberíamos hacer lo que Monseñor Tissier de Mallerais cuando tuvo que escribir la biografía de Monseñor Lefebvre: tomarse un año sabático (o quizá más) para dedicarse por completo a la empresa.

Por el momento, un servidor o el Padre Giuseppe Murro recorren todavía las rutas y carreteras para llevar la misa y los sacramentos a los fieles.Cuando la generación más joven nos reemplace en la tarea, ¡podremos finalmente dedicarnos al sueño de la vida!